martes, 2 de agosto de 2011

combustion humana espontanea

Combustión Humana Espontanea

Una de las anomalías que mayor entusiasmo provocan en los devotos de lo paranormal es la llamada Combustión Humana Espontánea (frecuentemente citada por sus siglas en ingles: SHC, Spontaneous Human Combustion). Implica que un cuerpo humano, por lo usual vivo, comienza a arder de un modo súbito, sin una fuente de ignición externa conocida; al parecer, el fuego es producido por calor generado internamente, a través de algún mecanismo oscuro e indeterminado (existen varias teorías al respecto, todas igualmente insatisfactorias). Desde el siglo XVII hasta la actualidad se han documentado varias decenas de casos de este insólito evento.
En su versión más divulgada, el fenómeno nos es presentado de la siguiente manera: de forma inesperada, la víctima estalla en llamas; el fuego aparece bruscamente y sin causa discernible, es muy intenso y extremadamente localizado; en un lapso de tiempo muy corto, de minutos o aún de segundos, el cuerpo queda casi completamente destruido y reducido a un pequeño montón de cenizas grisáceas. La víctima no tiene la más mínima posibilidad de pedir ayuda o de realizar maniobras salvadoras. Por contraste, los objetos ubicados en su proximidad quedan relativamente indemnes, incluyendo algunos tan extremadamente combustibles como una pila de periódicos o una caja de cerillas; en numerosas ocasiones, las ropas de la víctima resultan relativamente poco dañadas. Como detalle macabro adicional, algunos segmentos del cuerpo resultan casi intocados por las llamas, generalmente las piernas y los pies, en ocasiones los brazos. Cuando no es destruido, el cráneo queda encogido hasta un tamaño inverosímil. Una capa de hollín grasiento suele quedar depositada en las paredes y en el techo de la habitación. En otras ocasiones, pequeños fragmentos del cuerpo quedan esparcidos por las paredes: es la "Explosión Humana Espontánea", aún más espectacular pero mucho menos documentada en la literatura.
Por supuesto, todo esto resulta realmente impresionante; de inmediato se agolpan en la mente imágenes de fuerzas ignotas y terroríficas, de dimensiones alteradas, de vorágines psíquicas, de poltergeists, y otras por el mismo estilo. Más terrenalmente, el fenómeno resulta particularmente insólito porque un cuerpo humano es, en condiciones normales, bastante difícil de quemar, si la idea es reducirlo a un montón de cenizas. Alrededor de tres cuartas partes del peso de un cuerpo humano son simplemente agua, lo que lo hace un pésimo substrato para la combustión. En un horno crematorio, se requieren temperaturas entre 760 y 1100 °C durante dos a tres horas para destruir un cadáver (el tiempo varía de acuerdo al peso y la talla del mismo), dejando un remanente de 1800 a 3600 gramos de residuos sólidos. Y ni siquiera en estas condiciones los huesos son reducidos a polvo: quedan en forma de fragmentos de tamaños diversos, que deben ser sometidos posteriormente a un procesamiento mecánico.

Por lo visto, nos encontramos ante un fenómeno inexplicable desde el punto de vista de la llamada "ciencia oficial". ¿O quizás no? Pero, antes de sacar conclusiones, tengamos en cuenta dos puntos de cierta importancia:
1. La descripción que he dado del fenómeno es más o menos "standard" entre los divulgadores de lo paranormal; sigue los hechos a grandes rasgos, pero se caracteriza por un par de curiosas omisiones (omisiones, por otra parte, intencionadas; de ellas hablaremos más tarde), y contiene asimismo algunas falsedades bastante gruesas.
2. La víctima siempre está sola, y en consecuencia no hay testigos. De hecho, no existe ningún caso verificado en que alguien haya observado una de esas supuestas "combustiones humanas espontáneas". ¿Ni un testigo? Pues sí, ningún testigo, en toda la ya larga historia del fenómeno...
A veces, basta un ligero esfuerzo para convertir lo simplemente extraño en inexplicable. En los párrafos siguientes intentaré dilucidar que hay de mito y que hay de realidad dentro de este aparente misterio.
Algo de historia y unos pocos casos La historia no comenzó precisamente ayer. Como se mencionó al principio, existen varias decenas de casos documentados, nada menos que desde el siglo XVII. Pero hay que tener cuidado respecto a lo que significa "documentado": en ocasiones se trata de información de segunda, tercera o cuarta mano, a veces conocemos solo un nombre, a veces solo una fecha, muchas veces ni eso. Y en todo caso, "documentado" no significa, de ninguna manera "verificado".
El primer caso con fecha conocida data, según parece, de 1673, cuando un ciudadano de París, anónimo y según parece alcohólico, "fue reducido a una pila de cenizas y unos pocos huesos de los dedos, pero la cama de paja en la que murió quedó intacta" (Garth Haslam: Spontaneous Human Combustion; Brief Reports in Chronological Order). Al respecto, no conocemos otras circunstancias. Otros autores citan un caso de 1662, sin proporcionar más detalles.
Un caso famoso ocurrió alrededor de 1731 (curiosamente, se desconoce la fecha exacta): el de la condesa Cornelia di Bandi de Cesena, de 62 años de edad. Los restos de esta noble dama fueron encontrados por su doncella en el piso de su dormitorio (se presume que al ir a despertarla en la mañana). El cuerpo de la condesa había quedado reducido a una pila de cenizas "que dejaban en la mano una humedad grasienta y maloliente", pero las piernas y los brazos se encontraban relativamente intactos; parte del cráneo y la quijada se encontraban entre las piernas. Las paredes de la habitación estaban cubierta de hollín, y el suelo de un liquido pegajoso; de la parte inferior de la ventana goteaba un extraño líquido amarillo y grasiento; la cama no había sufrido daños. En el piso se encontró una lámpara de aceite vacía, cubierta de cenizas. Según parece, la fuente original de esta descripción es un artículo de 1746; posteriormente, este caso sería citado nada menos que por Charles Dickens. Es de hacer notar que en este incidente se encuentran prácticamente todos los hallazgos no míticos que posteriormente se repetirán una y otra vez en los casos modernos, y que caracterizan a la llamada "combustión humana espontánea".
La primera investigación sistemática del fenómeno se le debe al francés Jonas Dupont, quien en 1763 publicó un libro titulado De Incendis Corporis Humani Spontaneis. Según se cree, Dupont se inspiró en un caso ocurrido en febrero de 1725 en Rheims, el de una mujer llamada Nicole Miller, encontrada quemada en el piso de su cocina.
A lo largo de los siglos XVIII y XIX los casos menudean. Algunos de ellos resultan verdaderamente espeluznantes, como el de la Sra. Peacock, ocurrido en algún momento antes de 1809. El cuerpo de la desdichada mujer fue descubierto cuando a las dos de la madrugada sus restos carbonizados comenzaron a caer en la habitación de su vecino del piso de abajo, a través de un hoyo quemado en el suelo de madera. El gran novelista victoriano Charles Dickens no desdeñó el tema, y en su novela Bleak House, publicada en 1853, hizo morir a uno de sus personajes de esta manera tan dramática, empleando como recurso literario los detalles del caso de la condesa di Bandi. A las objeciones de un crítico respecto a que la combustión humana espontánea era imposible, Dickens respondió en el prefacio de la segunda edición de su novela invocando los alrededor de treinta casos registrados hasta entonces. Por lo que se ve, las polémicas al respecto no constituyen ninguna novedad.
Posteriormente, el interés por la Combustión Humana Espontánea languideció, hasta que vino a reanimarlo el célebre caso de Mary Reeser, ocurrido el 2 de julio de 1951 en St. Petersburg, Florida, el cual es considerado como un "clásico" de la Combustión Humana Espontánea. La Sra. Mary Reeser, una obesa viuda de 67 años de edad, fue encontrada reducida a cenizas en su apartamento; el cuerpo había quedado casi totalmente destruido, a excepción de su pie izquierdo. También se habían quemado el sillón donde se encontraba sentada, y una mesa y una lampara adyacentes; el resto del departamento sufrió muy pocos daños. Un detalle: la última vez que fue vista con vida - por su hijo, la noche anterior - la Sra. Reeser acababa de tomar dos cápsulas de Seconal, y fumaba un cigarrillo.
Los restos de Mary Reeser, encontrados en su departamento el 2 de julio de 1951. Este caso es considerado como un verdadero clásico de la SHC, y se le llamó "el misterio de la mujer-ceniza". Al ocurrir la tragedia, la Sra. Reeser, de 67 años, se encontraba bajo los efectos de los barbitúricos que había ingerido previamente. El reporte policial concluye que "una vez que el cuerpo empezó a arder, la casi completa destrucción ocurrió por la combustión de sus propios tejidos grasos".

Después vendrían otros casos no menos famosos: el de John Irving Bentley, un cirujano de 92 años de edad, en 1966; en 1980 el de Henry Thomas, de 73 años; en 1986 el de George Mott, un bombero retirado de 58 años que sufría de una severa enfermedad pulmonar, por citar solo algunos.
Algún investigador acucioso de los fenómenos paranormales ha intentado establecer un censo de los casos de supuesta Combustión Humana Espontánea ocurridos en los últimos años. Así, se ha llegado a determinar que en la década de los 50 ocurrieron once casos, en la de los 60 siete, en la de los 70 trece y en la de los 80 nada menos que veintidós. Estas cifras sin duda lucen alarmantes, pero hay que mirarlas con desconfianza, por la franca tendencia de los divulgadores de estos fenómenos a mezclar casos "comprobados", con otros que no lo son tanto, con meros rumores y con cuentos que van de boca en boca. Garth Haslam, en su ya mencionada compilación Spontaneous Human Combustion; Brief Reports in Chronological Order, describe 53 casos desde el siglo XVII hasta 1982, de los cuales clasifica a veinte dentro de la categoría de "datos desconocidos o inseguros". De aquellos que presentan "datos conocidos", quince ocurrieron a partir de 1951, y de estos, varios resultan muy sospechosos, como el de cinco hombres encontrados quemados dentro de un automóvil en una carretera rural de Kentucky en 1960, o el de una mujer anónima que supuestamente fue vista estallar en llamas "mientras caminaba", en Chicago en octubre de 1982, y que al final resultó ya estar muerta antes de quemarse, aparte de que se encontraron trazas de hidrocarburos acelerantes en sus ropas, o el de otra mujer desconocida encontrada quemada hasta morir "en algún lugar de Londres" (???) en 1964... ¿Cuantos de estos casos corresponden simplemente a crímenes y accidentes ordinarios? No hay forma de saberlo, precisamente por la falta de datos consistentes; pero se transmutan alegremente en SHC y pasan de inmediato a engrodar las estadísticas del misterio. Por lo visto, las fuerzas más allá de nuestra comprensión necesitan de cuando en cuando una pequeña ayuda humana para que resulten convincentes. Exactamente igual que ocurre con el ya semiolvidado "misterio" del Triángulo de las Bermudas.

Los hallazgos clásicos La siguiente es la descripción de un caso bastante típico de supuesta "combustión humana espontánea", tomada y traducida de Tiempos Fortianos:
Un caso de aparente combustión humana espontánea ha ocurrido en el condado de Kerry, en la República de Irlanda. El 24 de marzo, John O'Connor, de 76 años de edad, fue encontrado muerto en la sala de su casa en Gortaleen, cerca de Tralee, por la enfermera comunitaria que lo visitaba regularmente. Ella notificó a las autoridades locales, quienes encontraron los restos carbonizados en una silla colocada a cierta distancia de la chimenea. El cuerpo había sido severamente dañado por un fuego intenso y localizado; solo su cabeza, la parte superior del torso y sus pies permanecieron sin quemarse. Había pocos daños en la habitación y los muebles.
El párroco de la localidad, Patrick McCarthey, quien asistió a la escena, dijo que le había parecido "como si alguien hubiera puesto petróleo en una lámpara". Tanto un teléfono como un aparato de alerta comunitaria se encontraban al alcance del occiso, lo que sugiere o que el fuego lo envolvió con gran rapidez, o que O'Connor estaba ya muerto cuando este se inició. Él había sido visto por última vez en la tarde del 23 de marzo.
Los reportes iniciales sugirieron que las autoridades locales mantenían la mente abierta a todas las posibilidades. Sin embargo, el superintendente Tom Conway, de la Estación de Tralee, que cubre el área de Castlemaine, fue rápido acerca de encontrar una causa. "El Sr. O'Connor era un fumador empedernido, y sabemos que en el pasado ya había sufrido desvanecimientos. También sabemos que él se había quemado a sí mismo malamente en el pasado. Hasta donde nos concierne, él perdió el conocimiento en la silla y se prendió fuego con un cigarrillo" - dijo a Tiempos Fortianos. Una pesquisa se encuentra en marcha.
Las similitudes con los casos descritos arriba de la condesa Cornelia di Bandi y de Mary Reeser saltan a la vista, incluidos un par de detalles que los divulgadores de lo paranormal optan por ignorar: en primer lugar, la presencia de una fuente externa de ignición bastante obvia; en segundo lugar, que la víctima a estado sola durante un período de tiempo más o menos prolongado. También encontramos una suposición muy valiosa: la de que el anciano ya estaba muerto cuando el fuego se inició. Nótese que al redactor del reportaje no parece agradarle mucho que el superintendente sea tan rápido en encontrar la causa lógica del accidente; por lo visto, hubiera preferido que mantuviera "abierta la mente a todas las posibilidades" (¿Cuáles serán esas? ). Esto también resulta bastante típico del tema.
Por lo pronto, vayamos trazando un perfil de estos casos, excluyendo, por supuesto, los rasgos puramente mitológicos o legendarios de los mismos:
1. El evento siempre ocurre dentro de recintos cerrados, usualmente en el dormitorio de la víctima.
2. La víctima siempre está sola, y ha permanecido así por un período que usualmente abarca varias horas; en muchas ocasiones, el cuerpo se descubre "a la mañana siguiente". Nunca hay testigos, nadie se da cuenta de lo que está ocurriendo.
3. Las quemaduras generalmente son más severas que las que suele causar un fuego "normal". En un incendio convencional, el cuerpo casi siempre resulta carbonizado, pero queda más o menos completo. Además, las quemaduras por supuesta "Combustión Humana Espontánea" no se distribuyen uniformemente en el cuerpo: el torso y los muslos por lo general son los más afectados, quedando en muchas ocasiones destruidos casi por completo y reducidos a cenizas (incluyendo los huesos), pero las extremidades resultan relativamente indemnes (un pie, un brazo, a veces el cráneo).
4. La combustión es muy localizada: se quema el cuerpo y los objetos situados en su proximidad inmediata. Esto incluye las vestimentas de la víctima, que por lo general resultan completamente destruidas (en contra de lo que suele afirmar la mitología de la SHC), su asiento, las ropas de cama, una mesa ubicada junto a ella, el piso de la habitación donde yace, si este es combustible. Pero fuera de este círculo de destrucción, los objetos quedan relativamente indemnes.
5. El piso alrededor del cuerpo está casi siempre cubierto por una capa de sustancia grasienta, amarilla y maloliente; restos de dicha sustancia, o de "un hollín grasiento", pueden encontrarse también en el techo y en las paredes.
6. Los objetos que se encuentran por encima más o menos un metro del suelo muestran signos de daño por calor (por ejemplo, las tapas plásticas de los interruptores eléctricos, que se funden); los objetos por debajo de esa línea, no muestran daños.
7. Las víctimas en sí muestran algunas características interesantes: se ha estimado que el 80 % son mujeres; muchas son obesas o con sobrepeso, una gran proporción de ellas son alcohólicas o han estado bebiendo antes del accidente, es frecuente que sean de edad avanzada, otras presentan enfermedades crónicas. En general, puede decirse que siempre presentan alguna seria desventaja física que los coloca en gran riesgo de morir (de la supuesta combustión o de cualquier otra cosa).
8. Siempre existe una fuente externa de ignición en la habitación y cerca de la víctima. Muchas de las víctimas son fumadoras, y fumadoras de hábitos desordenados (como el anciano John Bentley, cuyo guardarropa estaba lleno de quemaduras de las cenizas de su pipa).

Otro clásico de la "Combustión Humana Espontánea". Estos son los restos del Dr. John Irving Bentley, fallecido en 1966. Este anciano médico de 92 años era un fumador tan empedernido como descuidado; muy probablemente sus ropas se incendiaron e intentó llegar al baño en un vano intento por obtener agua para apagarlas. Cuando cayo al suelo el linóleo que lo cubría actuó como fuente adicional de combustible, al igual que la madera debajo de este. La pierna quedo relativamente intacta probablemente por no estar envuelta en la bata de casa que llevaba la víctima.

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